José Francisco de San Martín

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Nació el 25 de febrero de 1777 en Yapeyú, situado a orillas del caudaloso río Uruguay, que dependía del Virreinato del Río de la Plata. Hijo de Juan de San Martín y de Gregoria Matorras del Ser, ambos originarios de Castilla, la Vieja, en España. El padre era teniente gobernador del departamento de Yapeyú.


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    Cuando José de San Martín tenía cuatro años, su familia se trasladó a Buenos Aires; y a principios de 1884, siendo un niño de siete años, sus padres regresaron a España llevándolo consigo. Lo anterior demuestra que, a los 35 años, cuando regresó a Buenos Aires, era un europeo de pies a cabeza y no tenía de criollo más que el hecho de haber nacido en tierras del Virreinato del Río de la Plata Al llegar a España ingresó al Seminario de Nobles de Madrid. En 1789 comienza como cadete su carrera militar en el regimiento de Murcia, donde recibió instrucción militar; leyó por su cuenta algunos tratados de táctica, estrategia y organización militar, y se familiarizó con el francés. Luchó en la campaña de África combatiendo en Melilla y Orán. En 1797 es ascendido a subteniente por sus acciones frente a los franceses en los Pirineos. Distinguido, precisamente, por esas acciones, llega luego a ser capitán del regimiento de Borbón. El ejército ataca a los franceses y los vence en la batalla de Baylén, el 19 de julio de 1808; allí se destaca San Martín. Esta victoria permite al ejército de Andalucía recuperar Madrid y es la primera derrota importante de las tropas de Napoleón. Su carrera militar en España fue corta y brillante: a los 31 años alcanzó el grado de coronel, como recompensa por su desempeño en la batalla de Bailén, contra las tropas napoleónicas. Capitán en España.
    En su estada en España tomó contacto con las logias masónicas, especialmente la de Cádiz, donde tuvo oportunidad de conocer a otros jóvenes americanos, lo que le hizo interesarse por la causa de la independencia. En 1811 solicitó su retiro del ejército y arribó a Buenos Aires en marzo de 1812. Apenas llegado, ofreció sus servicios al triunvirato que gobernaba en Buenos Aires y se le nombró comandante del escuadrón de granaderos a caballo, que él mismo debía organizar. El 12 de septiembre de 1812 se casa con María de los Remedios de Escalada, mujer joven y bella, que pertenecía a una de las distinguidas familias del país, quien lo relacionó con la alta sociedad bonaerense. El 7 de diciembre de 1812 se le ascendió a coronel en recompensa por haber completado la organización del cuerpo que se le había encomendado. En diciembre de 1813 se le designó comandante del ejército del norte que, al mando de Belgrano, acababa de sufrir dos serias derrotas. Se ocupó de la reorganización del ejército cuya misión debía ser la invasión del Alto Perú para derrotar más adelante a los europeos en Lima, la cuna del poder español.
    Cruzar los Andes, un imperativo. San Martín, comprendiendo la impracticabilidad del plan y, desilusionado por la escasa cooperación que recibía de sus oficiales, y habiéndose añadido el mal estado de su salud, el 14 de junio de 1814 solicitó licencia para dejar el mando. San Martín, al parecer, en esta época ya había comprendido que el plan de atacar a Lima por el Alto Perú no tendría jamás éxito y habría aceptado, como única manera de liberar a América del poder español, la invasión por Chile, previa la formación en ese país de una poderosa escuadra. Es necesario recordar también la fundación de la Logia Lautarina hecha por San Martín en Buenos Aires, cuyo decidido propósito era la emancipación de la América del Sur. Con el plan ya concebido pidió el cargo de gobernador de la provincia de Cuyo. Apenas hacía un mes que se encontraba en su nuevo puesto cuando ocurrieron el desastre de Rancagua y la emigración de los refugiados a Mendoza. La llegada de los chilenos le caía a San Martín como del cielo para la realización de sus propósitos. De inmediato se dio a la tarea de organizar el Ejército de los Andes, con la abnegada cooperación de O'Higgins. Incidentalmente, deben mencionarse en este punto las discrepancias que surgieron, desde el momento de conocerse, entre San Martín y José Miguel Carrera. Sus caracteres ambiciosos y llenos de orgullo no podían conciliar. Carrera quería que se le reconociera como jefe del Gobierno chileno en el exilio y comandante del derrotado ejército. San Martín, que no toleraba que en su empresa se le hiciera sombra, se inclinó abiertamente por O'Higgins, quien no era una amenaza para su ambición de gloria. El Ejército de los Andes encomendado a la Virgen del Carmen.
    Organizado el Ejército de los Andes, durante la segunda mitad de enero de 1817 partieron las distintas divisiones llevando instrucciones secretas. Las órdenes eran que todos aparecieran simultáneamente sobre el territorio chileno entre el 6 y el 8 de febrero. El día 10 de febrero de 1817, todo el Ejército de los Andes se encontraba concentrado en el valle de Aconcagua, listo para subir la cuesta de Chacabuco y lograr una batalla decisiva. El ejército realista se concentraba en el valle acudiendo rápidamente con tropas desde Santiago. San Martín reunió a sus oficiales para explicar el plan de combate que realizarían al día siguiente, sin dar tiempo a que los realistas se agruparan. Dividió al ejército en dos columnas, una al mando del general Soler, y la otra al mando de O´Higgins. El ejército realista estaba al mando del brigadier Maroto. El Ejército de los Andes venció en Chacabuco y, habiendo hecho nombrar a O'Higgins Director Supremo en Chile, se consolidó la Independencia de este país en la batalla de Maipú. De inmediato, San Martín comenzó a urgir la preparación de la expedición al Perú. Los gobiernos de Santiago y Buenos Aires habían acordado cooperar cada uno con quinientos mil pesos, fuera del aporte de la escuadra por parte de Chile. En los primeros meses de 1820 estalló una revolución en Argentina que derribó al gobierno que había conferido el mando a San Martín y éste resolvió desligarse de su dependencia simulando una renuncia a la jefatura del Ejército de los Andes y recibiendo de sus oficiales un nuevo nombramiento que lo dejaba libre de todo vínculo con Buenos Aires. El peso de la expedición recayó, entonces, íntegro sobre Chile y O'Higgins tuvo que reducir los sueldos de los militares y empleados, diferir el pago de las obligaciones fiscales, contratar numerosos empréstitos con los comerciantes de Valparaíso con la garantía de las futuras rentas del erario y hasta las personales de O'Higgins. Se aplicó un cupo forzoso a las grandes fortunas y se empleó una buena parte del empréstito de Irisarri. San Martín y Bolívar.
    El 20 de agosto de 1820 zarpó la escuadra nacional rumbo al Perú, bajo el comando naval de Lord Cochrane y la jefatura militar de San Martín. Aparte de la espectacular captura de la fragata Esmeralda por Cochrane en el Callao, la acción guerrera no pasó más allá, ya que San Martín quería evitar el derramamiento de sangre y pretendía, por la persuasión, conquistar a los peruanos a la causa de la Independencia. Entabló negociaciones con las autoridades, las que no llegaron a ningún resultado y cuando éstas se retiraron al interior, San Martín ocupó pacíficamente Lima y allí, el 28 de julio de 1821, proclamó la independencia del Perú y se proclamó Protector. Entretanto, Cochrane, que ya había tenido serios altercados con San Martín, que se había negado a pagar a los marinos los premios por la captura de la Esmeralda, como también los sueldos, aduciendo que eran de cargo del gobierno de Chile, y desesperado por la inacción guerrera del Protector, rompió violentamente con éste, despachó dos de sus barcos a Chile y siguió con el resto de la escuadra hasta México en persecución de buques españoles. En esta época ya habían comenzado a manifestarse en San Martín graves síntomas de pérdida de su capacidad cerebral y de su voluntad debido al abuso que hacía del opio que se le suministraba para calmar los dolores que le provocaba una seria enfermedad al estómago.
    En su mayoría de edad. La inactividad había quebrantado gravemente la disciplina y la moral del ejército y el prestigio del Protector estaba seriamente decaído. Su derrota por los realistas en la batalla de Ica lo obligó a solicitar auxilio a los gobiernos de Santiago y Buenos Aires, y mientras el de Chile sólo pudo remitirle cuatrocientos hombres de caballería, el argentino rehuyó toda ayuda. El triunfo de Sucre sobre los españoles en la batalla de Pichincha hizo comprender a San Martín que para obtener la independencia del Perú necesitaba la ayuda de los ejércitos de la Gran Colombia que comandaba Simón Bolívar. Después de una entrevista con éste en Guayaquil, presentó su renuncia al primer Congreso peruano en septiembre de 1822 y partió a Chile, dejando que Bolívar y Sucre consolidaran la liberación del Perú, que se obtuvo con el triunfo de este último en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. San Martín demostró en toda su vida al servicio de la patria que su único anhelo era lograr la libertad de los pueblos oprimidos. En Chile y en Perú le ofrecieron grandes recompensas, dinero, grados militares y el gobierno; casi todo lo rechazó y solamente aceptó el gobierno hasta cuando los pueblos se organizaran y eligieran sus autoridades. Mausoleo de San Martí
    Vivió siempre en la mayor pobreza. Cuando estaba en Mendoza con su familia, envió a su esposa a Buenos Aires a casa de sus padres, pues había reducido tanto su sueldo que no le alcanzaba para mantener el hogar. Al regresar de su larga campaña libertadora, su esposa había fallecido; le quedaba su hija Mercedita, que había nacido en Mendoza. Con ella se trasladó a Europa, donde vivió dedicado a la educación de la niña. El libertador de medio continente pasó sus últimos años lejos de la patria. Su hija se casó con un joven argentino y dos nietas alegraron su modesto hogar. San Martín estuvo un corto tiempo en Chile, siguió a la Argentina y luego a Francia. Ya muy enfermo, se radicó en Boulogne-sur-Mer, ciudad puerto del norte de Francia. En esa ciudad, el 17 de agosto de 1850, a las 14 horas, el general San Martín había muerto. Treinta años después sus restos fueron llevados a Buenos Aires, donde descansan en un mausoleo en la Catedral, en la Plaza de Mayo. Hasta su muerte gozó de la pensión militar que le había otorgado el gobierno de Chile.

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