En el siglo XVI, el contacto por parte de los españoles con las comunidades indígenas significó el encuentro con su organización social y estilo de vida, todo acompañado de música. Los peninsulares traían con ellos todos los instrumentos propios del ejército: tambores, trompetas y, en general, todo aquello que formaba parte de las bandas militares de la época.
Mientras se crearon ciudades, comenzó otro estilo de vida social, con necesidades musicales propias: La Iglesia católica y su rito, las celebraciones de los nacimientos, muertes y coronaciones de la familia real española y, por supuesto, las ceremonias locales civiles y militares.
Esto relacionaba eventos con música de bandas o misas donde el canto y el sonido de los instrumentos se tomaban las calles. Sin embargo, la liturgia cantada en la iglesia es la gran influencia europea, con la incorporación de la vihuela, el ravel y el guitarrón arcaico.
A medida que se fue asentando el dominio español con la creación de ciudades, la actividad musical también se fue estructurando en lo netamente religioso con una gran influencia de las iglesias españolas. De esta forma, la catedral de Sevilla fue una de las principales fuentes de partituras para las celebraciones y el ritual cristiano en América. Esta situación hace que se da inicio a la formación de escuelas de música en torno a las iglesias, que fueron dirigidas, en una primera instancia, por maestros llegados de España, y posteriormente de origen local.
Las Raíces Étnicas
Hacia fines del siglo XIX, van a ser los araucanos, como grupo más representativo para Chile, los que serán objeto de estudio. Musicólogos y compositores como Carlos Isamitt, Pedro Umberto Allende o Carlos Lavín son los primeros en esta investigación. Isamitt fue el primero en irse a la Araucanía a recopilar y analizar esa tradición musical. Del mismo modo, empezó la tarea de trascripción de todo el material seleccionado por él mismo, trabajo que fue publicado en la Revista Musical Chilena (Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la Universidad de Chile).
La labor de Isamitt fue profundizado por Margot Loyola, quien se interesa en la investigación profunda del campo musical. Se traslado a la Araucanía, donde estudió y aprendió la lengua de los mapuches, su folclore y sus costumbres. Loyola fue la primera investigadora musical que empezó a difundir este folclore en el medio urbano, algo nunca realizado anteriormente.
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