Fundación de La Serena - Nuevas exploraciones

El refuerzo traído por Monroy aumentaba el contingente español a doscientos soldados, y las mercaderías del barco Santiaguillo ponían término a la estrechez en Santiago. Valdivia hubiese querido partir de inmediato a conquistar los territorios del sur, pues tenía fundados temores que otros conquistadores con provisiones reales viniesen por el Estrecho de Magallanes. Ya en 1540, cuando su expedición se acercaba al valle del Mapocho, los indios contaban haber divisado una nave en las costas de Chile. Era la de Alonso de Camargo, sobreviviente de una fracasada expedición que con autorización real, había entrado por el Estrecho desde España.


Puerto de Coquimbo. En Histórica Relación del Reino de Chile, por el P. Alonso de Ovalle. Roma, 1646.

Mas las fatigas y peligros que afrontaron Monroy y Miranda en su aventura por el desierto revelaron la urgencia de destinar algunos soldados a establecer un puerto intermedio entre la bahía de Valparaíso y el Callao, y sobre todo una escala terrestre para mejorar la extenuante y arriesgada ruta que comunicaba la todavía precaria colonia chilena. Con tal propósito encargó en 1544 al capitán de origen alemán Juan Bohón, en compañía de unos treinta hombres la fundación de la segunda ciudad del territorio. En el valle que los naturales llamaban Coquimbo se estableció La Serena, nombrada así por la patria del jefe conquistador. El lugar fue escogido por su fertilidad y por su cercanía a las minas de oro de Andacollo, a sólo seis leguas al interior, que en aquel tiempo ya habían explotado los indios comarcanos para tributar al Inca.

En el invierno de ese año llegó a Valparaíso otro barco, el San Pedro, enviado por Vaca de Castro, gobernador del Perú a la sazón, y piloteado por Juan Bautista Pastene, “genovés, hombre muy práctico en la altura (hábil para medir la latitud) y cosas tocantes a la navegación”.8 En septiembre otorga al experimentado navegante italiano el pretencioso título de Teniente General de la Mar del Sur para que con los dos pequeños barcos, el San Pedro y el Santiaguillo, reconociera las costas meridionales de Chile hasta el Estrecho, y tomara posesión de todo ese territorio “por el emperador Don Carlos, Rey de las Españas y en su nombre por el gobernador Pedro de Valdivia”. La “armada” sólo llegó hasta una bahía que llamaron San Pedro, como la nave capitana, más o menos en la latitud de la actual ciudad de Osorno. De regreso descubrieron y tomaron posesión de la bahía de Valdivia (Anilebu), posiblemente la desembocadura del río Cautín, la del Bío-Bío y la bahía de Penco. La fertilidad de las tierras avistadas, la abundante población indígena, y la envergadura de ríos que hacían palidecer al Mapocho, redoblaron la ansiedad de Valdivia por partir a la conquista del sur.

Pero sus fuerzas eran todavía insuficientes para lanzarse a esas comarcas densamente pobladas y hacer efectiva la posesión proclamada por sus exploradores. Era por tanto indispensable la venida de más soldados si bien, como ya se sabe, “no llevando oro era imposible traer un hombre”. Dedicó entonces en el verano de 1545, grandes esfuerzos para extraerlo de los lavaderos de Marga Marga y Quillota, y pese a que buena parte del oro extraído no pertenecía a Valdivia, éste se las arregló para hacerse de la porción que correspondía a sus subalternos. Por las buenas y por las malas: Cuentan que el devoto Gobernador aprovechaba las misas para “predicar” la conveniencia de entregarle el oro para enviar por nuevo refuerzo y socorro, “y el que no se lo prestase supiese que se lo sacaría. ¡Y el pellejo con ello!”.11

Obtuvo finalmente alrededor de veinticinco mil pesos que entregó a Monroy, junto a unos poderes que le facultaban para contraer deudas a nombre de Valdivia, para que viajase nuevamente al Perú, ahora en compañía de Pastene en el San Pedro. Uno por tierra y el otro por mar traerían hombres, caballos y mercaderías.

Más todavía otra preocupación rondaba la mente de Valdivia: Aún se le daba el título de Teniente de Gobernador de la provincia de Chile. Así le llamaba el gobernador Vaca de Castro en un documento que Monroy había traído a su regreso del Perú, y también en las autorizaciones que trajo Pastene. Aunque Valdivia ocultó estos documentos y siguió llamándose Gobernador, ya se le hacía indispensable obtener una confirmación de su cargo por el Rey, y para ello decide enviar con Monroy y Pastene a un tercer emisario, que pasando por el Perú debía continuar a España. En notable desacierto como se verá después, escoge para este cometido a Antonio de Ulloa, quien se había ganado la confianza del Gobernador pese a ser uno de los cómplices de Pedro Sancho de la Hoz en aquel intento de asesinato en Atacama.

Este delegado llevaría cartas de Valdivia que daban pormenorizada relación al Rey de sus esfuerzos en esta conquista y las características del territorio. En una de ellas, dibuja entusiasmado al emperador Carlos V un complaciente cuadro de Chile.

Y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quisieren venir a avecindar, que vengan, porque esta tierra es tal, que para poder vivir en ella y perpetuarse no la hay mejor en el mundo. Dígolo porque es muy llana, sanísima, de mucho contento. Tiene cuatro meses de invierno, no más, que en ellos, si no es cuando hace cuarto la luna, que llueve un día o dos, todos los demás hacen tan lindos soles, que no hay para qué llegarse al fuego. El verano es tan templado y corren tan deleitosos aires, que todo el día se puede el hombre andar al sol, que no le es importuno. Es la más abundante de pastos y sementeras, y para darse todo género de ganado y plantas que se puede pintar. Mucha y muy linda madera para hacer casas, infinidad otra de leña para el servicio dellas, y las minas riquísimas de oro, y toda la tierra está llena dello, y donde quiera que quisieren sacarlo allí hallarán en qué sembrar y con qué edificar y agua, leña y yerba para sus ganados, que parece la crió Dios a posta para poderlo tener todo a la mano.

Pedro de Valdivia, La Serena, 4 de septiembre de 15458

A propósito de esta descripción generosa, se solía decir con sarcasmo en Santiago, "que la calefacción de esta ciudad en los antiguos inviernos, consistía en leer la carta de don Pedro de Valdivia, donde dice que en Chile nunca hace frío".14

En verdad aquella pintura barroca, evidente panfleto de propaganda, tenía por finalidad que el monarca, deslumbrado, le nombrara Gobernador del magnífico reino que como fiel vasallo estaba conquistando. Y tentar a los peninsulares a venir a la conquista y poblamiento de las inmensas extensiones entre Santiago y el Estrecho que Valdivia necesitaba ocupar. O acaso también, a cinco años de haber llegado, el jefe español tenía a Chile ya tan metido en las venas que —como a un hijo— era incapaz de verle un defecto.

Expedición marítima de Juan Bautista Pastene en las naves San Pedro y Santiaguillo.
En el título extendido a Pastene en 1544, Valdivia le ordena llegar "hasta el Estrecho de Magallanes", seguramente sabiendo que su descubridor lo había ubicado más allá de la latitud 50º sur. Sin embargo, Pastene se detuvo en la latitud 41º. Es posible que el marino, que según el mismo Valdivia era "persona de mucha honra, fidelidad y verdad", haya tenido a la vista algún documento oficial que indicaba que el territorio asignado a Valdivia llegaba sólo hasta el paralelo 41º. Al menos la concesión que le hizo el virrey La Gasca con posterioridad a esta exploración, en 1547, señalaba al Gobernador una extensión entre Copiapó y el grado 41 de latitud austral.

En carta a Carlos V escrita un año después del viaje de Pastene, Valdivia se cuida de hacer un cambio sutil al referirse a la orden dada al navegante. Dice: "le envié a descubrir esta costa hacia el Estrecho de Magallanes".
Acompañaron a Pastene el tesorero Jerónimo de Alderete, el capitán Rodrigo de Quiroga, el escribano Juan de Cárdenas, Diego Osorio de Cáceres, Antonio Farabarano, Juanes de Mortedo, Juan Ellas, el capitán Pedro Esteban, y Antonio Venero.

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