CHILE EN EL SIGLO XX

CHILE EN EL SIGLO XX


LA PROSPERIDAD DEL SALITRE.


A fines del siglo XIX y primera década del XX, Chile, sigue siendo en lo fundamental un país agrario. De sus 3.300.000 habitantes en 1900, el 65% vive en el campo o pueblos vinculados a las actividades agropecuarias. Santiago tiene unos 250.000 habitantes y junto con Valparaíso y el norte salitrero, concentran el grueso de la población urbana de la nación. La agricultura recibe un impulso al incorporarse nuevos territorios a su explotación a consecuencia de la pacificación de la Araucanía y de la introducción de la ganadería ovina en Magallanes.

Sin embargo, el sector dinámico de la economía es la industria del nitrato de sodio. La producción salitrera permite obtener los recursos monetarios para la balanza comercial y de pagos del país. Proporciona, también el 50% de las entradas ordinarias del presupuesto fiscal; constituye un mercado consumidor para la producción agrícola, y es un estimulo para la naciente industria manufacturera y fabril del país.

El salitre hace depender la vida económica de Chile de las leyes del mercado internacional tanto en la determinación de los precios del nitrato como en su mayor o menor producción. También las crisis cíclicas de la economía mundial significan quebrantos económicos del país, como son los casos de las crisis de 1897 y 1907. Otro aspecto capital de la actividad salitrera es su paulatina desnacionalización. En otras palabras, la captura de las oficinas salitreras por el imperialismo británico y alemán, principalmente. El Estado era dueño de grandes extensiones de terrenos salitreros que fueron entregados paulatinamente a empresas privadas, originando grandes escándalos administrativos en la época de su distribución, En lo que se refiere a actividad económica misma, el Estado aplica un derecho aduanero por quintal de salitre exportado, a partir del término de la Guerra de Pacífico, siendo este gravamen la política económica gubernamental durante todo el período de expansión de esta riqueza natural.

Toda esta pujante vida económica esta, sin embargo, corroída por la desvalorización de la moneda nacional. A partir de 1878, fecha en que se aprueba la ley que establece la inconvertibilidad del billete de banco e introduce el papel moneda, aparece la inflación monetaria del país. Este fenómeno económico produce todos los efectos que le son inherentes: la depreciación del peso, la perdida del valor adquisitivo de sueldos y salarios y el alza del costo de la vida., con diversas consecuencias en las condiciones de vida de los trabajadores y en la realidad política nacional. Todas las tentativas de retomar al padrón oro resultan infructuosas; los sectores interesados en mantener el papel moneda, especialmente los grupos terratenientes hipotecados, provocan situaciones dramáticas, como la Revolución de 1891, o crean conflictos internacionales artificiales, como en 1898, con la Argentina.

Las clases gobernantes siguen siendo los descendientes de los criollos restaurados en el poder por Portales hacia 1830. Sus bases económicas y sociales permanecen inamovibles; la gran propiedad de la Zona Central, su agrupación gremial, la Sociedad nacional de Agricultura (SNA), y su influencia en los partidos políticos tradicionales. Vinculada a este grupo aparece una burguesía minera y bancaria, a la que se une un miente sector industrial que se empieza a cohesionar sus huestes hacia 1883 en la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA)

El campesinado sigue laborando en condiciones cuasi coloniales, como es el régimen de inquilinaje, que lo mantiene en una realidad social miserable. A pesar de formar el segmento mas numeroso mas numeroso de la clase trabajadora., continua al margen de la cultura y de la vida publica del país constituyendo “el peso de la noche” tan caro a los oligarcas gobernantes. Sus sectores mas desarraigado van a poblar las nuevas regiones que se incorporan al territorio nacional o expresan su protesta en forma de cuatrerismo o bandolerismo rural. En las ciudades y aldeas el artesanado constituye un grupo social importante por su actividad económica, considerando el grado de desarrollo del país.

Finalmente, empieza a formarse la clase obrera en las oficinas salitreras, en las minas de carbón, en los puertos, ferrocarriles y en los talleres de la naciente industria nacional. Sus condiciones de trabajo y vida son deplorables: salarios exiguos, las mas de las veces pagados en fichas o vales en los minerales, jornadas de trabajo de doce horas, monopolio comercial en manos del almacén de la empresa, llamase pulpería o quincena; ausencias de medidas de seguridad industrial, de médicos y hospitales; aspectos sanitarios pésimos como la habitación, que consiste principalmente en conventillos, etc. En una palabra el trabajador es considerado como una mercadería, un objeto sujeto a las leyes del mercado capitalista.

La lucha social irrumpe violenta y dolorosamente. En Tarapacá, en 2 de julio de 1890, en vísperas de la revolución, estalla espontáneamente una huelga general de todos los obreros salitreros de la pampa del tamarugal, promovida por los lancheros de Iquique. La causa del movimiento es la petición de mejoramientos económicos, vale decir, el pago mensual de sus salarios en pesos y no en fichas, libertad de comercio, abolición de multas y otros beneficios sociales. La fuerza armada disuelve las concentraciones obreras ocasionando muertos y heridos y destruyendo el movimiento social. En ese tiempo se registra una huelga ferroviaria en Antofagasta, que se soluciona sin incidentes. En Valparaíso también se producen huelgas de algunos gremios y durante algunos días se generan manifestaciones que son disueltas por la policía. Igual suerte corren una serie de protestas laborales en Santiago, Concepción y la zona del carbón.

En 1898 se conmemora por primera vez el 10 de mayo con un mitin organizado en Santiago por la Unión Socialista. Ese mismo año estallan varios conflictos en el norte. En los primeros años del siglo XX se producen una serie de movimientos huelguísticos en el país, santiago, Lota, Tocopilla, Valparaíso, todo los cuales son reprimidos por el gobierno.

A fines de 1907 se inicia en la Oficina Alianza, una huelga que se extiende como reguero a toda la pampa. Los obreros salitreros bajan a Iquique, nombran un comité de huelga presidido por anarquistas, asumen el control de la ciudad y presentan a los empresarios y autoridades un pliego de peticiones. Se solicitaba el pago del salario en efectivo, mensualmente y en oro para evitar su desvalorización; si se hacen con fichas, que estas tengan el mismo valor que el peso; se pide libertad de comercio; protección de los obreros en las faenas mineras; hospitales, cementerios, etc. Los empresarios rechazan todo tipo de acuerdo, incluso algunas proposiciones de gobierno. Se ordena detener a los dirigentes sindicales y se moviliza el ejército. Los trabajadores y sus familias son ametrallados en la Escuela Santa Maria de Iquique, muriendo varias centenas de ellos y reduciendo al resto. Estos sucesos hunden por un tiempo a las nacientes organizaciones del movimiento obrero y se acalia momentáneamente la lucha social.

El régimen político vigente es una expresión viva de los grupos gobernantes del periodo: la Republica Liberal parlamentaria. Las actividades de los políticos consisten en derribar ministerios, calificar elecciones, celebrar interminables sesiones de interpelaciones a los gabinetes. La democratización del Estado se lleva a cabo en los comienzos del periodo al promulgarse las leyes laicas, el sufragio universal, la comuna autónoma y la reducción de las atribuciones políticas y electorales del Presidente de la Republica. El poder se genera en base al cohecho y otros procedimientos que no prestigian al régimen democrático del país. El partido liberal, dividido en varias fracciones personalistas, es el núcleo político dominante del país; proporciona la mayoría de los ministros y de los jefes de Estado. En la oposición: el partido conservador, a veces el partido Nacional, el radicalismo y el Partido Liberal Democrático o balmacedista y cuyas actuaciones no se diferencian básicamente del liberalismo. La política internacional del país está concentrada en la resolución de problemas limítrofes y las secuelas de la Guerra del Pacífico.

Frente al surgimiento del movimiento obrero o, como se denominaba en el lenguaje de la época, la “cuestión social”, los partidos tradicionales y el gobierno asumen la política de considerarlo un problema policial, o simplemente declarar que “no existe”. Ven en esta naciente fuerza social una tendencia subversiva a la que hay que reprimir violentamente. En suma, Chile vive una era liberal en el más genuino sentido del terminó.

0 comentarios:

ERES EL HISTORIADOR N°

contador de visitas

Busca Temas

ir arriba